El PP basó la mayor parte de su programa económico en restablecer la confianza. Constado el enorme descrédito que arrastraba Zapatero ante los mercados y ante Bruselas, los populares creyeron que bastaba con colocar al frente de La Moncloa a una persona circunspecta, organizada y seria para que nuestra recuperación se acelerara. De hecho, las primeras semanas de Gobierno de Rajoy parecieron darles la razón en su optimista diagnóstico: tan sólo con unas tímidas reformas que –salvo en materia laboral– apenas modificaban nada sustancial de la España zapaterina, la prima de riesgo descendió con fuerza y el Ibex 35 recobró algo de oxígeno.
Pero, y he ahí su error, los mercados en ningún caso le habían extendido un cheque en blanco a Rajoy. Su disposición a seguir prestándonos sus ahorros en términos asequibles tenía unos límites muy acotados: el Gobierno debía acometer con urgencia todas las reformas necesarias para asegurarles que seremos capaces de devolverles su dinero sin ningún género de dudas. Y hasta ahora no lo ha hecho.
En las últimas semanas, el Ejecutivo del PP ha encadenado una serie de errores no sólo de comunicación sino también de contenido que han asustado a cuantos se preocupan mínimamente por la economía española: primero, lejos de proponerse alcanzar el objetivo de déficit del 4,4% comprometido para este año, Rajoy lo elevó unilateralmente hasta el 5,3%; segundo, la mayor parte del ajuste presupuestario pasa, no por una intensa reducción del gasto, sino por un salvaje aumento de los impuestos a las personas físicas y a las empresas que hacen temer un hundimiento de la actividad económica; tercero, ese mismo presupuesto se basa en unas expectativas del todo irreales tanto en la evolución de los ingresos como de los gastos; y cuarto, las autonomías, pese a estar en su mayor parte regidas por el PP, siguen del todo descontroladas en materia de despilfarros.
Tan pronto como los mercados se han convencido de que el Gabinete de Rajoy no ha llegado al poder para transformar sino para parchear el modelo de Estado español, su flujo de créditos se ha restringido y el dinero ha comenzado a huir del país: tanto la prima de riesgo como el Ibex 35 se ubican en los peores niveles del peor zapaterismo.
Si el Gobierno no rectifica urgentemente, si no anuncia unos recortes realmente profundos en el gasto de todas las Administraciones Públicas, una reversión de las subidas de impuestos y una liberalización sin ambages de todos los sectores de la economía, España corre el muy serio riesgo de ser rescatada o, incluso, de suspender pagos, salirse del euro y ver devaluar su neopeseta en cerca de un 50%. La hora de promesas y parabienes terminó: ha llegado el momento de los hechos constatables.
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