Buena teoría económica contra la crisis

Hace tiempo traté de poner de manifiesto cuán esencial resulta disfrutar de una adecuada formación financiera desde la más temprana edad. En lugar de tanta “educación para la ciudadanía” –es decir, adoctrinamiento para el sometimiento al Estado–, preferible sería que los adolescentes supieran comprender un balance, entender el valor intertemporal del dinero, conocer la regla del 72 o aprender las características de la inversión a largo plazo.
Se trataría, qué duda cabe, de una mejora sustancial en nuestras sociedades que en parte –sólo en parte– nos blindaría frente a burbujas financieras tan devastadoras como la que sufrimos durante la pasada década: si la gente, los empresarios y los banqueros no tuvieran tanta propensión a sobreendeudarse –incluso a corto plazo– para adquirir activos inflados de dudosa calidad, los descalabros gestados durante el falso boom económico serían menos intensos.
Mas lo cierto es que a día de hoy la estructura de los mercados y la formación financiera de la población son las que son y no parece que vayan a cambiar en el corto y medio plazo. Por muchosBasileas III y por muchas regulaciones supuestamente orientadas a proteger a los pequeños inversores que aprueben nuestros magnánimos gobernantes, los ciclos seguirán sucediéndose por no atajar los problemas fundamentales: el papel moneda monopolizado por un banco central estatal y la escasa comprensión de los fenómenos financieros entre gran parte de la población. De hecho, las regulaciones mentadas sólo generarán una ilusión de seguridad que empujará, en el futuro, a caer nuevamente en la trampa del endeudamiento barato insostenible.
De la teoría a la práctica
Pero mientras los ciclos se repitan, también continuarán apareciendo grandes oportunidades de ganancia para aquellos individuos que, comprendiendo la dinámica de las crisis y sabiendo valorar adecuadamente a las empresas, puedan comprar en aquellos momentos en los que los activos financieros estén exageradamente deprimidos para pasar a venderlos cuando comiencen a estar sobrevalorados por encontrarse en fase de burbuja. Aquellos individuos que actúen de tal modo no sólo se lucrarán a sí mismos, sino que estarán provisionando un servicio esencial para el mercado –por mucho que habitualmente sean tildados de desalmados especuladores–, en la medida en que contribuirán a asignar valoraciones realistas y más exactas a los bienes de capital. Recordemos que, sin precios realistas, el resto de inversores lo tienen mucho más complicado para distribuir su ahorro a lo largo de toda la economía, dando lugar a malas inversiones locales o incluso generalizadas (este último caso sería, de hecho, el del ciclo económico).
El proceso adecuado para alcanzar valoraciones realistas de los activos que estén basadas en sus fundamentales y en su capacidad de generación de riqueza a largo plazo debe ir desde lo macroeconómico –situación general del mercado a lo largo del ciclo y su traslación en forma de sobrevaloraciones o infravaloraciones generalizadas de los activos– a, sobre todo, lo microeconómico –la capacidad particular de generación de valor en relación con el precio de ese activo–. Aunque lo esencial, en última instancia, sea el análisis de cada empresa individual –pues incluso en medio de la mayor de las burbujas puede haber activos infravalorados y en medio de la mayor de las depresiones pueden hallarse activos que continuarán desinflándose hasta perder todo su valor–, la perspectiva global del mercado también nos sirve para prever riesgos u oportunidades sistémicas que pueden multiplicar los efectos individuales, positivos o negativos, de los activos.
Espejos en los que mirarse
Pocos son, sin embargo, los gestores que combinan una acertada teoría microeconómica de valoración de activos –el value investing o la inversión basada en el valor: la disciplina utilizada por grandes inversores como Benjamin Graham, Warren Buffett, Seth Klarman, Bruce Berkowitz, Mohnish Pabrai o Joel Greenblatt– con una teoría macroeconómica sólida –la teoría austriaca del ciclo económico: la ciencia pergeñada por gigantes como Carl MengerEugen Böhm BawerkLudwig von MisesFriedrich Hayek o Antal Fekete–. En España tenemos el célebre caso de Bestinver –o también más recientemente Ángulo Verde– cuyos resultados no pueden ser más elocuentes: durante sus casi 20 años de vida, han obtenido una rentabilidad media anual superior al 15%.
Acaso recogiendo estas fructíferas tradiciones, hace apenas unos meses nació el centro de estudios OMMA, cuyo nombre –Online Madrid Manuel Ayau– ya constituye de entrada toda una declaración de intenciones en forma de merecidísimo homenaje a D. Manuel Ayau, gran discípulo de Mises y afamado inversor por la creación de ese faro de libertad en Centroamérica que es la Universidad Francisco Marroquín. El primero de los másters que este novedoso centro online ofrece es, justamente, el devalue investing y teoría austriaca del ciclo económico, donde el equipo de profesores, entre los que tengo el orgullo de encontrarme, van desgranando y entrelazando los distintos conceptos económicos y financieros que permiten practicar una inversión exitosa con base en estas dos disciplinas.
Suele decirse que las crisis son épocas de oportunidades. Nuestra intuición económica más primaria, aquella que deriva de contextos en los que las sociedades eran juegos de suma cero, parece indicarnos que si una persona se lucra durante una crisis es porque otra se ha empobrecido. Y desde luego así acaece cuando tales ganancias derivan del intervencionismo gubernamental, pero no cuando son fruto del proceso de mercado libre y competitivo. En tales casos, las oportunidades que consisten tanto en ajustar los precios de los activos para poner de relieve las oportunidades de inversión como aquellas que pasan por crear nuevos negocios o en proporcionarles capital para crecer (vía renta fija o variable) benefician a todos los agentes económicos, en tanto en cuanto se potencia la creación de riqueza a largo plazo.
Aunque mientras subsista el monopolio público de la banca central y la imposición del papel moneda inconvertible las crisis económicas seguirán sucediéndose, una adecuada formación económica entre los profesionales del sector, tanto por lo que se refiere a la teoría austriaca como al value investing, sí puede contribuir a minimizar los despropósitos durante el boom artificial y a acelerar la creación de nuevos sectores productivos durante la ulterior e inexorable recesión. Esperemos que esta crisis sirva de acicate para que cada vez más gente vaya profundizando en estos esenciales asuntos. Nuestra libertad y prosperidad, individual y colectiva, lo agradecerán.

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