Las principales casas de análisis nacionales y extranjeras, desde el FMI hasta el Banco de España pasando por el BBVA Research, han revisado al alza sus previsiones de crecimiento para la economía española durante 2017. Ahora mismo, todos anticipan que, por tercer año consecutivo, nos expandiremos cerca de un 3%. El crecimiento económico es fundamental para seguir corrigiendo los desequilibrios heredados de la crisis: desempleo, déficit público o morosidad bancaria. A mayor crecimiento económico, mayores recursos para consumir o invertir y, por tanto, mayor demanda de trabajadores. A mayor crecimiento económico, mayor renta disponible y, por tanto, mayor recaudación fiscal derivada del IRPF, de las cotizaciones sociales, del Impuesto sobre Sociedades y del IVA. A mayor crecimiento económico, mayor capacidad de pago por parte de los deudores de la banca y, en consecuencia, menores agujeros financieros en el balance de nuestras entidades que termine asumiendo el contribuyente. Por consiguiente, es crucial que continuemos creciendo para continuar saneándonos.
Sin embargo, no deberíamos contentarnos con la sorprendente inercia de un intenso crecimiento económico sino que tendríamos que ser lo suficientemente ambiciosos como para aspirar a mucho más: en concreto, para aspirar a que todos los saludables procesos anteriores se aceleren con respecto a sus tendencias actuales. Y, para ello, no basta con mantener los ritmos de crecimiento presentes, sino que debemos ir mucho más allá. Si deseamos que se acelere la creación de empleo, sigue siendo necesario liberalizar el mercado laboral para que la indemnización por despido se pacte autónomamente entre trabajador y empresario y para que los salarios se negocien dentro de cada empresa y no desde los despachos de patronales y sindicatos (el propio FMI nos ha instado recientemente a completar la reforma laboral). Si deseamos extinguir por entero nuestro déficit público, deberíamos reducir de manera intensa el gasto público, no confiarlo todo el alza de la recaudación (la propia AIReF nos ha recordado que, con las tasas de crecimiento actuales, en 2019 todavía cargaremos con un déficit estructural del 2,5% del PIB). Y si no deseamos cargar con las pérdidas de la banca, deberíamos negarnos siempre a rescatarla con fondos públicos, esto es, deberíamos forzar siempre a sus acreedores a asumir las pérdidas. El crecimiento es un fenómeno muy positivo que todos debemos celebrar: pero no deberíamos olvidarnos de las igualmente necesarias reformas y liberalizaciones pendientes.