A propósito de mi último artículo en el Instituto Juan de Mariana, copio aquí uno de mis comentarios sobre la típica (y peligrosa) confusión entre la ecuación cuantitativa del dinero (irrefutable) y la teoría cuantitativa del dinero (totalmente refutable):
En un comienzo la ecuación cuantitativa no surge para explicar cómo se forma el «nivel general de precios» (P), sino para constatar el hecho de que una cantidad constante de dinero (M) podía atender un volumen creciente de cobros (P*Q) si ese dinero circulaba más rápido (más V).
Por eso, la ecuación es una simple identidad contable en la que no hay que añadir ni expectativas, ni depreciaciones o apreciaciones de la moneda. Tan sólo dice que los pagos que se producen en una economía (M*V) son iguales a los cobros (P*Q). El problema es cuándo queremos pasar de esta simplona conclusión a otra más sofisticada sobre de qué depende P (y, sobre todo, de qué depende cada uno de los precios individuales que están incluidos en P).