Adrián Ravier efectúa un paréntesis en nuestro debate sobre la relación entre el descalce de plazos y la banca libre por cuanto cree detectar una contradicción en mi razonamiento. Por un lado afirmo que dentro de un mercado libre podrían desarrollarse endógenamente crisis económicas mientras que, por otro, sostengo que el libre mercado sería capaz de minimizar (o incluso erradicar) la recurrencia de las mismas. Como afirma Adrián: “Si el libre mercado es capaz de superar los problemas del descalce, entonces yo tendría razón en afirmar que el descalce no es la causa del ciclo económico. En todo caso, la teoría de la liquidez debería afirmar que el monopolio de emisión + el descalce, provocan ciclos económicos”. Procedo, pues, a clarificar este punto.
Primero, mi tesis es que el ciclo económico es causado por una degradación de la liquidez de los agentes, que se activa a través del descalce generalizado de plazos y de riesgos. Ese descalce es lo que genera la descoordinación intertemporal que conocemos como ciclo económico (las necesidades de los ahorradores no coinciden con las capacidades de los inversores o, dicho de otro modo, el flujo esperado de producción no coincide con el flujo programado de producción).
Segundo, esa degradación generalizada de la liquidez puede darse en cualquier marco institucional, aunque a través de distintos canales. En un sistema socialista, la descoordinación intra e intertemporal se da continuamente por la propia incapacidad planificadora del regulador. En un sistema de libre mercado, sin embargo, la degradación generalizada de la liquidez se da porque es rentable hacerlo: o mejor dicho, como mantenerse líquido es costoso (coste de oportunidad de la liquidez) existe una tentación a degradar individualmente la liquidez buscando maximizar la rentabilidad. Ahora bien, la liquidez no sólo es costosa, sino también beneficiosa: nos sirve para ahorrarnos las pérdidas futuras en caso de liquidación.
Es ahí donde afirmo que el libre mercado podría poner fin a los ciclos económicos: si los agentes económicos (incluidos del bancos) dieran una correcta valoración a la liquidez de sus activos (o dicho de otro modo: si no tendieran a caer en valoraciones burbujísticas sobre la liquidez), el ciclo podría desaparecer. Pero fijémonos que la correcta valoración depende no ya de valorar el riesgo individual de iliquidez, sino el riesgo global (sistémico, lo llamaríamos hoy) de iliquidez. Si bien un agente puede esperar razonablemente que será capaz de mejorar su liquidez recurriendo a los mercados secundarios, es imposible que todos los agentes mejores simultáneamente su liquidez en los mercados secundarios (salvo que todos ellos deseen incrementar a la vez su volumen de ahorro), y ese es un riesgo que hay que valorar y que normalmente no se valora.
Con la banca central monopolista, es evidente que los incentivos se distorsionan completamente, pues se dedica a garantizarle individualmente a cada banco su liquidez (cosa que sí puede hacer) creando la ilusión de que garantiza globalmente la liquidez del sistema (cosa que no puede hacer). De tal modo, el banco central espolea el descalce de plazos y las malas inversiones generalizadas. Por consiguiente, un sistema de banca central monopolista necesariamente generará ciclos al promover el descalce de plazos y de riesgos.
Ahora bien, ¿acaso podemos afirmar que el libre mercado necesariamente nos blindará de los ciclos? No, no podemos, pues los bancos podrían caer en la ilusión individual de que podrán mejorar global y simultáneamente su liquidez a través de los mercados secundarios en cuanto lo necesiten. Dentro de la jerga austriaca diríamos que los bancos pueden proceder a expandir concertadamente el crédito rebajando artificialmente los tipos de interés. No existe ningún freno efectivo que garantice absolutamente que los bancos no podrán hacerlo durante un período relativamente prolongado (en todo caso inferior a los períodos a los que nos abocan los bancos centrales). George Selgin afirma que, cuanto más se incremente el crédito, más crecerá la variabilidad de los saldos deudores en la cámara de compensación interbancaria, lo que llevará a los bancos a protegerse incrementando su coeficiente de reservas. El argumento no me parece convincente por dos motivos: primero, la única medición de la liquidez de un banco (o de cualquier otra empresa) no es su ratio de tesorería (hay muchas formas de degradar la liquidez que no pasan por mayor o menor tesorería y que también generan ciclo); segundo, y sobre todo, aunque la variabilidad de los saldos deudores se incrementa con la expansión global del crédito, también lo hace la variabilidad de los saldos acreedores (de hecho, el propio Selgin asume que la pérdida media de reservas por banco es cero a lo largo de todo el período), de manera que no resulta en absoluto necesario incrementar la ratio de tesorería (un banco deudor que circunstancialmente afronte un saldo deudor neto superior a sus reservas sólo tiene que pedir una refinanciación a corto plazo en el mercado interbancario a otros bancos y amortizar esa deuda con sus saldos acreedores netos futuros).
Por consiguiente, la propia dinámica del sistema bancario puede perfectamente abocarnos a una degradación generalizada de la liquidez por la vía del descalce de plazos. Ahora bien, nada impide que los bancos aprendan de sus propios errores pasados y desarrollen instituciones que les protejan en el futuro de los ciclos: por ejemplo, conceder valoraciones mucho más altas a la liquidez (lo que llamaríamos “desarrollar un sentido de prudencia”), crear instituciones por encima de los bancos encargadas de supervisar la liquidez global (como lo fue el Suffolk Bank en EEUU), volverse mucho más agresivos con los saldos deudores netos en las cámaras de compensación interbancarias (no aceptar refinanciaciones), o incluso verse sometidos a una población mucho más vigilante que, ante la más mínima duda sobre la liquidez de los bancos, proceda a convertir sus depósitos en oro (poniendo fin al descalce).
Todas estas son instituciones que pueden desarrollarse en un mercado libre (y que históricamente se desarrollaron) que son capaces de frenar los ciclos o reducirlos a una mínima expresión. Pero apodícticamente no podemos afirmar que se vayan a desarrollar o, al menos, no que se vayan a desarrollar de manera instantánea. En tal caso, un mercado libre podría convivir durante mucho tiempo con ciclos económicos. Y serían ciclos endógenamente generados mediante el arbitraje de las curvas de rendimientos.
Por consiguiente, sí, el ciclo económico es un fenómeno endógeno al libre mercado, como también lo son las instituciones que permiten combatirlo. Endógeno no significa persistente. En ese sentido, la misión de los teóricos de la Economía debería ser, en mi opinión, detectar qué acciones humanas son inherentemente insostenibles por generar endógenamente el ciclo. Y, en tal caso, mi respuesta es conocida: el descalce de plazos y de riesgos. El hecho de que el descalce de plazos y de riesgos pueda ser subsanado en el futuro con un aumento del ahorro propio y ajeno no significa que ex ante no genere el ciclo económico. No en vano, las expansiones crediticias inducidas por el banco central también podrían ser subsanadas ex post por aumentos del ahorro (la reducción del tipo de interés que provoca convive con un incremento del ahorro privado que reduce el tipo “natural” de interés) y no por ello diríamos que el monopolio de la banca central no genera ciclos.
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