El gasto público no antecede a la tributación

El neochartalismo o Modern Monetary Theory (MMT) es un conjunto de medias verdades que medianamente bien hilvanadas parecen conformar una sólida argumentación económica. Próximamente iré mostrando la falsedad de buena parte de sus fundamentos. Hoy, me centraré en la proposición de que «por lógica y por práctica, el gasto público antecede a la tributación, pues el Estado ha de proporcionar aquel bien que es necesario para pagar los impuestos» (Tcherneva, 2005).
Los neochartalistas deducen esta sorprendente conclusión de su asunción previa de que dinero es aquel bien que el Estado acepta como medio para pagar los impuestos: por tanto, antes de que los ciudadanos puedan pagar los impuestos, será necesario que el Estado les entregue (en forma de gasto público) ese bien que ulteriormente deberán entregar a modo de pago fiscal.
El razonamiento es, sin embargo, erróneo: confunde la proposición de que el Estado escoge qué bien se convierte en dinero (proposición parcialmente falsa que otro día discutiremos) con la indudablemente falsa proposición de que el Estado es siempre el emisor del dinero. Dicho de otra manera, el Estado podría escoger como medio para pagar impuestos (y, por tanto, como dinero) un bien que ya esté en poder de los ciudadanos o que los ciudadanos puedan producir privadamente. Y, en tal caso, los impuestos antecederían al gasto público (el gobernante se quedaría, gracias al sistema tributario, con una riqueza en posesión de los agentes que posteriormente utilizaría para financiar su gasto público) y la producción y distribución de dinero podría regularse desde el mercado sin necesidad de que el Estado lo vaya proporcionando vía gasto público.
Paradójicamente, esto no es algo que los neochartalistas desconozcan, pero parece que no han llegado a limar las incoherencias de su pensamiento: «La emisión de divisa no es un poder esencial del Estado; tiene un carácter contingente. El Estado puede perfectamente declarar que aceptará como pago de los impuestos la sal, las conchas o los palos de madera» (Tcherneva, 2005). De hecho, es lógico que así haya sido: si todo Estado se construye sobre el expolio impositivo de los ciudadanos, es evidente que antes de comenzar a operar necesitará financiar su operación con impuestos (pagados a partir de la riqueza acumulada con anterioridad por los grupos humanos).
Por consiguiente, no: por lógica y por práctica, el gasto público no antecede al pago de impuestos.

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