A lo largo de los últimos años, tanto Zapatero como Rajoy, que en esto como en casi todo son calcados, han justificado la socialización de las pérdidas de la banca con el muy engañoso argumento de que el rescate de las entidades financieras resulta del todo punto imprescindible para que en este país nuestro vuelva a fluir el crédito. Obviamente, con semejantes promesas embelesadoras, muchas familias y empresas, asfixiadas por la escasez del crédito, han optado por hacer de tripas corazón y aceptar estoicamente su saqueo tributario por políticos y banqueros.
El problema de semejante argumento, empero, es que resulta absolutamente falaz. Por mucho que se rescate y se recapitalice a la banca con fondos públicos, el crédito no volverá a fluir con agilidad mientras no se acometan muchas otras reformas de calado. De hecho, si a algo puede contribuir la recapitalización estatal de la banca es a que el crédito se restrinja todavía más de lo que ya lo ha hecho hasta ahora. En definitiva: se rapiña a la población prometiéndole justo lo contrario de lo que en realidad terminará sucediendo; una infamia por la que a nuestros políticos no les tiembla en absoluto el pulso.
Oferta y demanda
Y es que, por mucho que algunos pretendan obviarlo, la expansión del crédito depende de dosfactores: la oferta de crédito y la demanda de crédito. La oferta se refiere a la capacidad y disponibilidad de los ahorradores o intermediarios financieros (bancos) para prestar; y la demanda, al deseo y a la capacidad de las familias, empresas y gobiernos para endeudarse y devolver las sumas prestadas. A menos que existan ofertas y demandas coincidentes de crédito, éste no crecerá.
Así las cosas, la actual sequía del crédito en España, ¿es un problema de la oferta o de la demanda de crédito? Desde luego, aquellas personas honestas que esperan que el rescate estatal de la banca fomente el crédito lo hacen partiendo de la premisa de que tenemos problemas por el lado de la oferta, a saber, “los bancos están tan debilitados que no tienen margen para prestar más, saneémoslos y entonces volverán a ofrecer financiación”.
Mas semejante argumento resulta extraordinariamente cojo. Si es verdad que los bancos españoles no pueden ofertar crédito, ¿cómo es que han prestado casi 200.000 millones de euros a las administraciones públicas españolas desde finales de 2007 (100.000 millones sólo en el último año)? O, ¿cómo puede ser que la banca extranjera, observando las extraordinarias oportunidades de negocio que existen en un mercado desatendido como el nacional, no acuda rauda a nuestro país a suplir las deficiencias de crédito para nuestras familias y empresas?
No, definitivamente si no fluye el crédito en España no es por limitaciones de la oferta, sino de la demanda. En concreto, nuestros agentes privados y cada vez más los públicos se encuentran absolutamente sobreendeudados, lo que erosiona tanto su capacidad individual como colectiva para amortizar sus deudas.
En cuanto a la capacidad individual, aquellas personas que acumulan ingentes cantidades de pasivos en relación con su capacidad de repago no se encuentran en la mejor posición para endeudarse todavía más: es imprescindible que con anterioridad liquiden sus malas inversiones y amorticen sus excesos de deuda. Sólo cuando estas condiciones se hayan completado y atestigüen que pueden devolver el capital que piden prestado, podrán volver a acceder a los circuitos de crédito.
En cuanto a la capacidad colectiva de repago, sabido es que una quiebra desordenada y generalizada del Estado, de la banca o del resto de deudores privados ocasionaría una salida de España del euro y, acto seguido, una redenominación forzosa a pesetas de todas las deudas contraídas en euros por deudores nacionales. Dicho de otro modo, quien en estos momentos le conceda un préstamo a un ciudadano, empresario o gobierno español se expone a un riesgo de quita futura de entre el 30% o el 40%. De nuevo, hasta que estas incertidumbres no se despejen, el crédito no volverá a fluir: no porque los bancos no estén dispuestos a prestar, sino porque carecerán de deudores solventes a quien hacerlo.
Los efectos del rescate
Ubicándose, pues, el problema en el lado de la demanda crediticia, ¿en qué ayuda el rescate de la banca a subsanar los agujeros en la solvencia individual y colectiva de los deudores españoles? La solvencia individual ciertamente la mejora poco: la deuda pública que emite el Estado para salvar a los bancos se traducirá en mayores impuestos futuros, socavando todavía más la renta disponible de los españoles y, por consiguiente, su capacidad para hacer frente a sus deudas. Por lo que se refiere a la solvencia colectiva, tampoco cambia a mejor: sí, se evita la quiebra de la banca española, pero sólo a cambio de cargar con mucha más deuda al Estado español, empujándolo hacia la suspensión de pagos y la consiguiente salida del euro.
En suma, la recapitalización estatal de las entidades financieras sólo contribuirá a empeorar aquel factor ahora mismo decisivo para que el crédito fluya: la demanda solvente de crédito. Si de verdad quiere lograrse que haya más financiación, el camino debe ser muy otro: capitalización de la deuda de los bancos insolventes, planes de austeridad creíbles, enérgicos y centrados en minorar los gastos del Estado, y liberalización de los mercados para facilitar la reocupación de los factores productivos. El rescate de la banca no es un instrumento para que fluya el crédito, sino un tramposo reclamo para expoliar todavía más a los españoles con el pretexto de salvar a los malos inversores de la banca.