Entrevista para Mercados21

Juan Ramón Rallo es doctor en Economía y licenciado en Derecho con Premio Extraordinario de fin de carrera por la Universidad de Valencia, así como máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, en la que imparte clases de Economía. Ha recibido el Premio Julián Marías 2011 a la trayectoria científica en el ámbito de las ciencias sociales para menores de 40 años. Es también analista económico de esRadio y autor de varios libros. Una de sus últimas incursiones en el mundo editorial ha sido la coordinación del volumen Un modelo realmente liberal (LID Editorial), que prologa Carlos Rodríguez Braun. Dirige además el instituto Juan de Mariana que, en el ámbito de la Formación, participa en el centro de estudios OMMA, además de realizar boletines de coyuntura económica, estudios y publicaciones económicas y organizar conferencias y encuentros con afán divulgativo.
Desde joven se interesó por lecturas de economistas “que defienden la libertad como vía para lograr la prosperidad”. Cursó la licenciatura de Económicas y a día de hoy combina divulgación –ha sido autor de varios libros–, investigación y docencia en diversas instituciones. Su vocación es la enseñanza, aunque la generalización del modelo digital haya impulsado su dedicación a la difusión de sus ideas en los medios.
En más de una ocasión ha puesto en cuestión la necesidad de los bancos centrales.
El papel del Banco Central Europeo (BCE) en la gestación de la crisis ha sido muy relevante. No en vano, entre 2011 y 2007 infló mucho el crédito y eso provocó una burbuja que derivó en la inmobiliaria en España. Es, pues, el culpable original y último de la misma, como en Estados Unidos lo fue la Reserva Federal. Después, ha intentado mantener una postura monetaria más o menos ortodoxa sin abrir la impresión de moneda de forma exagerada, pero al final ha tenido que ceder. La prueba es su promesa de rescate potencialmente ilimitado a los países que lo soliciten y de ahí que mi opinión no sea nada positiva hacia sus políticas. La solución a los momentos que vivimos no pasa por que el BCE nos preste dinero, aunque sí puede conseguirnos tiempo para hacer correcciones a problemas muy serios, pero darnos ese tiempo de forma casi gratuita lo que provoca es que nuestro Gobierno y también las autoridades europeas se relajen a la hora de combatir el déficit y abordar reformas estructurales. Hoy estamos peor que hace medio año, la diferencia es que tenemos una línea de crédito que enmascara una grave dificultad de financiación. Eso sólo es alargar la agonía con una deuda cada vez más grande a intereses mayores.
¿Hay salida para la situación por la que atravesamos después de cinco años?
El sector privado lleva todo ese tiempo de reestructuración y de ajuste. La vivienda va cayendo, los salarios se han ido moderando, las familias han ido reduciendo su endeudamiento de forma considerable, la exportación se ha incrementado de manera aceptable, las importaciones han bajado… Ciertas pautas de lo que debería suceder para irnos recuperando y generar riqueza se están dando, pero no de manera ágil y en un contexto muy agresivo porque hay una plaga de regulaciones que condicionan a las empresas y que no se eliminan. Las subidas exageradas de impuestos hacen que la renta disponible para el gasto esté bajo mínimos y no digamos la dedicada a la reinversión. Sin olvidar que la incertidumbre a medio plazo sobre las finanzas públicas sigue ahí y pone en tela de juicio la inversión a largo, que es la que nos interesa. Es cierto que en los últimos tiempos se ha producido un repunte de las inversiones en cartera en nuestra economía, pero eso no es ningún balón de oxígeno a nuestras dificultades porque lo que necesitamos es inversión extranjera a largo plazo.
Defiende la vuelta al patrón oro.
No soy partidario de que exista un monopolio público de la moneda y que, dado que no es convertible en oro, se dedique a refinanciar casi ilimitadamente a la banca privada sea cual sea su solvencia. Es el germen de las grandes depresiones que hemos sufrido y de la que padecemos ahora. Eso no significa que sea contrario a los bancos centrales per se. Son bancos de bancos que han emergido en el mercado, una banca mayorista frente al resto, minorista, que se ha convertido en monopolio público y ahí está el fallo. Si la eximes de cualquier obligación como la que existía antes de convertir sus pasivos en oro puede suceder lo que ha ocurrido. El límite a la expansión infinita de los créditos en las economías es la inflación, que es molesta, incómoda y distorsionadora, pero es lo único que les restringe, aunque no todo lo que sería conveniente.
¿Considera entonces que los bancos centrales de Derecho Público, con las garantías estatales que ahora se les presuponen, deberían tener fecha de caducidad?
Existe en estos momentos una gran oportunidad para abordar una transición que debería fundamentarse en sociedades mixtas, donde los acreedores de las entidades se convirtieran en accionistas y parte de los depósitos se pudiesen transformar en plazos o en participaciones de la entidad. Así se evitaría el rescate de la banca y que el contribuyente les diera su dinero. Pagar su deuda con ampliaciones de capital es una posible solución y los convertiría en entidades más sólidas. Y se podría volver a una cierta convertibilidad de la divisa con el oro, determinando una nueva paridad. Una vez estabilizada anclada a un valor real y no a garantías últimas, se podrían establecer nuevos medios de pago… Además, aunque el Banco Central siguiera siendo público no tendría por qué llevar a cabo comportamientos imprudentes con la banca comercial. Si fuera privado actuaría casi de oficio para protegerse de la insolvencia, mientras que si es público el riesgo en este sentido es más grande.
¿Tendrían entonces que ofrecer otras garantías las entidades bancarias?
Al no ser convertible el dinero, el Banco Central debería estar obligado a comportarse de manera prudente, sin descartar plazos y sin usar sus pasivos para proporcionar financiación a largo plazo, por ejemplo contra hipotecas a 40 años. O contra pagarés a 30 días de empresas que no son seguras. ¿Cómo se puede discriminar a quién prestar y a quién no? Si tuviéramos oro la respuesta sería sencilla ya que, si saliera de las reservas al prestar iríamos viendo cómo nos íbamos ahogando. Y, al contrario, si empezara a llegar a las arcas tendríamos capacidad para relajar el descuento de activos. Es un mecanismo de regulación automático pero hoy el Banco Central no lo tiene. Frente a eso, existen criterios arbitrarios para subir los tipos de interés y endeudarse. El Banco Central camina ciego, como una empresa sin balances de pérdidas y ganancias.
Entonces, ¿qué ocurrirá en el futuro?
Creo que llegaremos a un escenario en el que habrá que estabilizar de manera creíble el valor de las divisas, hoy en parte anclado al dólar, garantía última del sistema monetario mundial. Cuando hay crisis se intentan conseguir dólares a gran escala y también francos suizos. Pero es un ancla a una moneda que no deja de ser deuda, mientras que el oro no es el pasivo de nadie más. Ahora, la forma de pagar deudas es crear otras nuevas deudas en una refinanciación continua y la propia solvencia de la economía de Estados Unidos, si se gestiona mal su pasivo, se puede poner en duda. El pánico puede llegar si no se pagan las deudas y si eso se hace a través de inflación, es decir, rebajando el valor de las unidades, el dólar dejará de ser una moneda interesante y habrá que buscar otras anclas. El oro es una de ellas, un activo monetario que todo el mundo desea y es una buena forma de despejar incertidumbres.
¿Se colapsará el sistema de pensiones?
Apuesto por una transición lenta que implicará su congelación. Pienso que se va a hacer, aunque no quieran los responsables políticos. Es la economía la que va a obligar a que se produzca. El sistema público de pensiones irá siendo cada vez más subsidiario porque la capacidad de afrontar pagos serios de aquí a 20 años es inviable, a no ser que haya un aumento brutal de la productividad del trabajo. En consecuencia, se pagarán prestaciones muy bajas. Más o menos las actuales pero dentro de 30 años, lo que será pura caridad. La gente se irá preparando para su jubilación acudiendo a fondos de inversión privados, comprando inmuebles, deuda pública o privada de otros países… Una cartera variada de activos, en definitiva, para garantizarse cierta estabilidad de renta que complementará con una pensión pública más marginal a medida que pase el tiempo. Cuando una gran parte de la población tenga garantizada su renta por fórmulas que no sean el sistema público, se podrá abolir o dejar para casos muy particulares de aquellos que no hayan ahorrado, hayan invertido mal o tengan muy poca renta. Será un robo porque habrá personas que habrán estado pagando toda su vida y no cobrarán, pero lo mismo sucede con los impuestos de quien paga la Sanidad y no la utiliza.
¿Al lado de qué países nos colocaría este escenario?
Sobre todo, de Chile, con una cotización obligatoria a la Seguridad Social que destina el dinero a cinco fondos que invierten en deuda y acciones chilenas. La revalorización media desde 1981 ha sido del 9% anual, es decir, explosiva, y eso permite pagar pensiones considerables a los chilenos, aunque no se puedan comparar con las españolas, como tampoco los sueldos.
¿No es un modelo con más riesgo?
Para mí, no. En 2009 la Bolsa chilena cayó un 40% y diversos autores argumentaron que eso demostraba lo erróneo de los sistemas privados de pensiones. Pero es que al año siguiente el parqué chileno subió entre un 50% y un 60% y al producirse el ajuste en un año no pasó nada importante. La Bolsa y no sólo la nacional –se puede invertir en una cartera de bolsas para diversificar riesgos– es un termómetro de la economía subyacente. Es muy difícil que la Bolsa esté deprimida durante mucho tiempo y con un nivel de depresión además muy importante, porque hablamos de unos 30 años. Habrá periodos de caída pero otros serán de subida. En 30 años tendría que bajar mucho para no recuperar el capital invertido y si experimenta caídas continuas durante tanto tiempo es que la economía a la que representa está muerta. Una economía muerta no es capaz de recaudar fondos suficientes para hacer frente al pago de pensiones. Por eso, no es más arriesgado.
¿Defiende el copago sanitario además de farmacéutico? Se habla mucho de privatización cuando en realidad por lo que algunas administraciones han apostado es por la gestión privada de hospitales públicos.
Muy cierto. La gestión privada puede ser buena, pero no necesariamente. La dinámica del sistema que funciona es que exista un entorno competitivo en el cual se han de satisfacer las necesidades de los clientes para conseguir su favor. Si se logra se pueden acometer más inversiones y captar más clientes y si no invierto bien o no me adapto, muero. Los empresarios se pueden equivocar, rectificar y mejorar. Eso es un mercado privado y en competencia donde no hay rentas garantizadas y uno que llega con una idea mejor te puede quitar tu puesto… Otro sistema es que el Estado te garantice una renta y entonces el beneficiario puede hacerlo bien o mal. Así las cosas, ¿un sistema realmente privado funcionaría mejor? Sí, seguro. ¿Uno concertado? Pues puede funcionar mejor que el que tenemos ahora, ahorrando costes, que es algo muy bueno en especial en estos momentos, o puede ‘rapiñar’ dinero estatal. Creo que lo que algunos gestores de la Sanidad como los de Madrid han hecho es un gesto valiente que implica un cambio de mentalidad para la sociedad española, pero no exento de riesgo.
Pero es que la gestión privada de servicios públicos debería darse en un entorno de libre competencia y en España son sólo dos los operadores que existen dedicados a los centros de salud…
Sí. Aún así, pueden mejorar una gestión pública en la que hay muchas ineficiencias. Lo privado raciona más los recursos y prioriza, frente a las rigideces de lo público. Si a los gestores públicos se les permitiera tener la misma flexibilidad, por ejemplo respecto a las contrataciones, que al sector privado, entonces lo podrían hacer mucho mejor. Hay costes como la comida en los hospitales que no entiendo muy bien por qué se han de subvencionar. La valoración del cliente empeorará pero es un modelo mucho más racional.
¿Camina España hacia un verdadero modelo liberal?
Hay gente que se autoproclama liberal en el Gobierno y quizá lo sea o tengan esas inquietudes, pero la reforma liberal que a muchos nos gustaría ver va mucho más allá de lo que ellos estarían dispuestos a proponer y, además, y eso es lo fundamental, aunque se propusiera no se iba a aceptar. Es una carrera a largo plazo. El Gobierno no hace lo suficiente. Esta crisis ha sido una oportunidad para avanzar hacia reformas liberales y en muchos casos se ha hecho lo contrario, como en materia fiscal o en cuanto al mercado eléctrico.
¿Llegaremos al despido libre, a salarios vinculados a productividad, a otra reforma laboral?
Creo que no. Se ha subido el salario mínimo y eso ya es un gesto. El mercado de trabajo sí está experimentando cambios en las relaciones laborales como realizar las tareas desde casa, no tener remuneración fija y sí por objetivos o como parte de proyectos… Están en vigor relaciones laborales propias de la mentalidad de la economía fabril del XIX y de la masiva proletarización de la sociedad, un modelo que cada vez va teniendo menos sentido. Dentro de lo que cabe, la reforma laboral no ha sido mala, se ha dado un paso hacia la dirección adecuada, pero para capear la crisis sirve, por eso no creo que la toquen y quizá si mejoran las cosas den marcha atrás, cuando el mercado laboral debería ser flexible siempre.
Los sindicatos mantienen sus privilegios en la negociación colectiva…
Su poder se ha debilitado algo pero sigue en lo fundamental. La reforma permite el pacto interno en las grandes empresas y en las pymes poder descolgarse de forma transitoria del convenio a través de una decena de pasos. Pero ya en 2008 se necesitaban salarios más bajos y, como no se bajaron, ahora se han reducido un 20% de golpe. Lo ideal sería evitar todo esto. Sin embargo, 2009 fue el año de mayor subida de los sueldos reales en España y eso no tiene ningún sentido con la destrucción de empleo que hubo.
¿Ha pasado ya lo peor? ¿Llegan mejores tiempos para los emprendedores con las próximas leyes?
Pedir prebendas estanca y no sirve para crear riqueza e innovar. El sector privado debería haber pasado lo peor, el problema es el público que, al no haber realizado su ajuste, genera mucha incertidumbre sobre el futuro. No soy optimista respecto a eso porque no veo una buena actitud en el Gobierno para hacer las cosas como hay que hacerlas salvo cuando existe presión externa por parte de los acreedores. Quienes sobrevivan a la crisis van a salir muy reforzados, eso desde luego. Han ajustado tanto costes y se han adaptado tanto al mercado que habrán incrementado mucho su productividad, ganarán mucho dinero y estarán bien posicionados. Un sector como el de la Prensa está muy mal, pero no va a morir. Seguirá habiendo periódicos. Por eso, las empresas del segmento que permanezcan y no caigan ocuparán un puesto más importante, ya que habrá menos operadores y más grandes.

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