Leyendo a Peter Boettke en Facebook me ha llamado la atención que haya carecterizado la teoría austriaca del ciclo económico como exógena en la gestación del boom y endógena en el estallido de la crisis.
Personalmente, en la línea de Rizzo y O’Driscoll, creo que los economistas llaman «exógeno» a aquello que no pueden entender y que queda fuera de sus modelos. En el caso de Boettke, con «exógeno» se refiere a que súbitamente y sin explicación los tipos de interés de mercado se reducen, generalmente por culpa de una política monetaria expansiva del banco central.
Sin embargo, desde mi punto de vista, puede argumentarse, sin retorcer demasiado los razonamientos, que esa reducción del tipo de interés es endógena a casi cualquier sistema financiero. Las familias, las empresas y los bancos (con o sin bancos centrales) tienen fuertes incentivos a endeudarse a corto plazo e invertir a largo, todo lo cual generalmente (no es imprescindible) engendrará un ciclo económico. Es más, ese incentivo a degradar su liquidez dependerá en parte de la posición de iliquidez previa de los agentes (y aquí es donde enlaza la teoría austriaca del ciclo con los llamados ciclos largos de Kondratieff), de modo que se me hace muy difícil caracterizar esa reducción «artificial» como exógena.
Creo, al contrario, que los motivos por los que se tilda de exógeno el estallido del boom artificial tienen poco que ver con la buena ciencia económica y sí bastante con la mala. En dos sentidos:
- Históricamente la teoría austriaca del ciclo económico ha hablado de reducciones artificiales en el tipo de interés. Puede ser una buena síntesis, pero siempre que tengamos claro el proceso microeconómico que hay detrás: el arbitraje entre los tipos de interés a corto y los tipos de interés a largo. Lo que sucede no es que el «único» tipo de interés de mercado se reduzca, sino que lo hacen la inmensa mayoría de tipos de interés a largo plazo, lo que empuja a un mayor e insostenible endeudamiento. No obstante, al hablar de un tipo de interés, es casi inevitable pensar que la perturbación la provoca otro elemento ajeno al sistema. No: tenemos todos los elementos para hacer el guiso. La distorsión viene porque un agente de mercado (endógeno) se endeuda a los tipos de interés a corto (endógeno) e invierte a los tipos a largo (endógeno).
- El otro motivo por el que creo que hay un interés, tirando a intelectualmente poco honesto, en calificar el boom como exógeno es que ello nos facilita la tarea de echarles las culpas a los bancos centrales. Sin ellos, dice cierto canon austriaco, el tipo de interés de mercado no se reduciría y no habría ciclos económicos. Me resulta complicado compartir esta tesis y lo mismo debería sucederles a aquellos que consideren que el origen del ciclo está en la reserva fraccionaria. El banco central es un catalizador del ciclo, pero no una conditio sine qua non (aunque en algunos casos pueda aproximarse a la conditio sine qua non: por ejemplo, la degradación de liquidez iniciada en 2001). Creo que se puede sostener que en un mercado libre, con patrón oro y bancos sometidos a la libre competencia, tendríamos ciclos económicos, sin que por ello dejemos de considerar que el patrón oro y la libre competencia bancaria son las condiciones de mercado necesarias para minimizar el alcance de esos ciclos. Dicho de otra manera, los destructivos ciclos actuales sí son una consecuencia de unas instituciones (dinero fiduciario, banco central, fondo de garantía de depósitos…) pensadas para agravar la tendencia natural a que los agentes degraden su liquidez, pero no son la causa de esa degradación. La causa es simple y llanamente que los tipos de interés a largo suelen ser mayores que los tipos a corto. Con todo, ya digo, sin dinero fiduciario, bancos centrales y avales públicos a la banca, es muy posible que los ciclos (medidos por la duración de la acumulación de malas inversiones durante el auge artificial) fueran casi imperceptibles o, en todo caso, de cortísima duración.
Vamos, que el ciclo económico austriaco es completamente endógeno. No así el keynesiano, el monetarista o, no digamos ya el ciclo real, que dependen todos de variaciones súbitas y exógenas de los animal spirits o de la demanda de dinero. Por eso, la teoría austriaca es la científicamente más rigurosa y desarrollada; no renunciemos a ese éxito en aras de dotarnos de un ariete político aparentemente más potente.