Las (incompletas) aportaciones de Hülsmann a la teoría austriaca del capital

Jörg Guido Hülsmann es uno de los pensadores austriacos ortodoxos más originales y creativos. Por un motivo esencial: pese a mantenerse dentro del encorsetado marco de pensamiento rothbardiano, no tiene miedo a salirse de él cuando lo cree conveniente y cuestionar a los grandes popes y maestros. Gracias a ello, en ocasiones mete peligrosamente la pata pero, en otras, llega a conclusiones más que interesantes.
En uno de sus últimos y más polémicos artículos, The Structure of Production Reconsidered, Hülsmann se propone dar un vuelco completo a la teoría austriaca del capital. Como es sabido, esta teoría plantea que la preferencia temporal determina el volumen de ahorro, éste el tipo de interés de mercado, el tipo de interés a su vez el diferencial irreductible entre precios y costes, ese diferencial de precios relativos origina el número de etapas productivas de la economía (la intensividad de capital de la economía) y el número de etapas condiciona finalmente la productividad conjunta del sistema. Como corolario, si dejamos de lado el progreso técnico, una economía sólo puede crecer mediante reducciones de su preferencia temporal, aumento del volumen de ahorro y mayor alargamiento de la estructura productiva.
Hülsmann, sin embargo, plantea otra posibilidad: ¿qué sucede si un incremento mínimo del volumen de ahorro (una caída diminuta de la demanda de bienes de consumo) origina un desplome del tipo de interés? Pues que, al contrario de lo que sugiere la teoría austriaca tradicional, la estructura productiva no se alargaría sino que se achataría y se volvería menos capital intensiva. Ilustrémoslo describiendo dos economías con diferentes etapas productivas (a la izquierda el gasto monetario en bienes de consumo, y a la derecha las distintas etapas de orden superior) siguiendo a Hülsmann:
Economía 1 con un tipo de interés del 15%: 159-138-120-104-90
Economía 2 con un tipo de interés del 2%: 158-154-151-148
En este ejemplo, vemos cómo la oferta de ahorro casi no aumenta (el consumo apenas se reduce de 159 a 158) pero, al tiempo, observamos cómo el tipo de interés sí se desploma. Evidentemente, el motivo de este comportamiento sólo puede ser que la demanda de inversión se ha desplomado: si la oferta de capital no crece y su precio su hunde, es que la demanda cae (si la demanda no cayera y la oferta no aumentara, los tipos de interés no podrían reducirse, pues en tal caso serían unos tipos de interés que no vaciarían el mercado). Gracias a ello, Hülsmann es capaz de dirigir un misilazo contra la línea de flotación de la teoría austriaca ortodoxa del capital, la cual asume que la demanda de capital es fija y que sólo la oferta varía. Pero obviamente la demanda también puede variar si las oportunidades de inversión percibidas por los empresarios se hunden: por ejemplo, por aumento de la incertidumbre futura, destrucción de bienes de capital complementarios, muerte de generaciones humanas bien formadas… Justamente, la economía mundial se encuentra en estos momentos en una situación similar: la oferta de ahorros no ha aumentado (quizá haya caído) pero la demanda sí se ha desplomado, originando el clima de bajos tipos de interés que estamos viviendo y el consecuente achatamiento de la estructura productiva (indebidamente alargada durante los años de la burbuja).
Todo lo cual está muy bien, pero a mi juicio puede mejorarse sustancialmente añadiendo varias de las aportaciones austriacas heterodoxas. Primero, conviene distinguir entre tasa de beneficios y tipo de interés o, mejor dicho, entre TIR y coste del capital: la TIR esperada determina la demanda de inversión y la preferencia temporal y la aversión al riesgo determinan el coste del capital. La Escuela Austriaca ortodoxa suele mezclar ambos conceptos bajo la rúbrica única de “el tipo de interés puro” determinado en el mercado crediticio y en el mercado de factores, pero esta analogía dista de ser perfecta. No distinguir adecuadamente entre TIR y coste del capital conduce a la confusión: ¿”el tipo de interés puro” cae porque se reduce la demanda de inversión o la demanda de inversión cae porque se reduce “el tipo de interés puro”? En el primer caso, la caída de la demanda de inversión no tendría causa; en el segundo, la causa sería la caída del tipo de interés (es decir, de la rentabilidad de los negocios), pero previamente habíamos dicho que éste descendía por la menor demanda.
Todo se vuelve más claro y más sencillo si decimos que la TIR esperada de las inversiones cae, lo que hace descender la demanda de capital y, a su vez, reduce el coste marginal del capital demandado (por la menor demanda de capital). Por cierto, esto último también pone de manifiesto que, en contra de lo que sostienen los partidarios más radicales de la teoría pura de la preferencia temporal, en la determinación del tipo de interés puro juega un papel esencial la productividad esperada del capital (la TIR: productividad en términos de valor, claro, no en términos físicos): aunque los capitalistas estaban dispuestos a prestar su capital al 2% (ese es al menos el coste de capital determinado por su preferencia temporal), el tipo de interés de mercado era del 15% porque la demanda de inversión (movida por la TIR esperada) era altísima. Mirémoslo de otro modo: si la preferencia temporal determinara un coste de capital del 6%, muchos de los proyectos con una TIR del 2% no podrían emprenderse, con lo que la inversión total de la economía caería en lugar de mantenerse (en este caso, “el tipo de interés puro” estaría determinado por el lado del coste del capital).
Lo anterior, sin embargo, también nos lleva a un aparentemente contradictorio: al inicio decíamos que el coste de capital caía porque también lo hacía la demanda de inversión, pero resulta que acabamos de decir que la demanda de inversión en realidad no ha caído (en el ejemplo de Hülsmann, la inversión total de la economía, de hecho, ha aumentado en una unidad), ¿cómo explicar lo acaecido? La mejor opción pasa por distinguir entre demanda de capital a diversos plazos y diversos niveles de riesgo. Lo que ha acontecido es un cambio en el perfil temporal de la inversión: las etapas más cercanas al consumo se han ensanchado a costa de recortar las más alejadas del consumo. Es decir, la TIR de las etapas más alejadas del consumo cae por debajo del 2% (normalmente, será negativa), de manera que el capital se concentra en aquellas etapas más cercanas al consumo donde la TIR se ha podido mantener en el 2%. Alternativamente, también podría reforzarse el efecto anterior si el coste del capital a más de cuatro años (la financiación a más de cuatro años) se hubiese elevado muy por encima del coste de capital por debajo de cuatro años (por ejemplo, porque se perciben las inversiones a largo plazo como mucho más arriesgadas o porque se desee tener disponible el capital al cabo de cuatro años y no más tarde), de modo que aun cuando se mantuviera una TIR positiva en las etapas más alejadas del consumo, el incremento del coste del capital a largo plazo las hubiese vuelto inviables (concentrándose el capital en las menos rentables etapas cercanas al consumo).
En suma, la teoría que expone Hülsmann desde luego enriquece significativamente el marco conceptual de la teoría austriaca del capital. Pero para convertirla en una teoría realmente potente debería incorporar, por un lado, la distinción entre TIR y coste de capital y, por otro, considerar que no existe una sola TIR y un solo coste de capital, sino muy diversos por cada plazo y riesgo. Sólo así se explica realistamente que la estructura productiva se achate y los tipos de interés de mercado caigan. Básicamente:

  1. Las TIRes esperada del conjunto de la economía caen, pero las TIRes a largo plazo lo hacen sobreproporcionalmente sobre las TIRes a corto plazo. Adicionalmente, el coste de capital de la financiación a largo y de alto riesgo crece y el coste de capital de la financiación a corto plazo y de bajo riesgo cae. Vamos, que los nubarrones sobre el futuro abocan a los agentes a concentrar sus inversiones a plazos más cortos.
  2. La inversión se concentra en esos plazos más cortos, abandonándose las etapas más lejanas del consumo y achatándose la estructura productiva.

El mismo análisis invertido valdría, por cierto, para exponer las consecuencias de una economía en expansión, tanto con caídas (se emprenden proyectos con TIRes cada vez menores gracias al menor coste de capital) o a subidas (se emprenden proyectos con TIRes mayores que permiten un mayor volumen de ahorro total gracias a que superan la resistencia del coste de capital) del “tipo de interés puro”.

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