Tiene razón en un punto Miguel Ángel Fernández Ordóñez: si la segunda recesión de 2012 no se hubiese desatado, probablemente Bankia no habría quebrado y, en consecuencia, los accionistas minoritarios mi habrían salido perjudicados. Del mismo modo, si la burbuja inmobiliaria española no hubiese pinchado a partir de 2007, tampoco el sistema financiero español se hubiera venido abajo. El problema, claro, es que la burbuja inmobiliaria tenía necesariamente que pinchar y, asimismo, el ajuste asociado a la recesión de 2012 tenía que producirse. No cabía otra. La confesión del ex gobernador del Banco de España resulta, con todo, ilustrativa del tipo de mentalidad que prevaleció entre los burócratas españoles hasta 2012: la mentalidad burbujística de que las mayores locuras financieras eran sostenibles por cuanto el alza permanente de los precios de la vivienda terminaría acudiendo siempre al rescate. De ahí, verbigracia, que el otro gran fiasco del sistema de cajas español, Catalunya Caixa, también se lanzara durante esos años a las aventuras más estrafalarias posibles: en su denuncia contra la ex cúpula de Catalunya Caixa, aceptada ayer por la Audiencia Nacional como punto de partida para la imputación, el Fiscal Anticorrupción se exclamaba de las incomprensibles inversiones inmobiliarias que esa caja regional llegó a desarrollar incluso en Polonia.
En realidad, no hay nada de lo que extrañarse: tamañas locuras eran también hijas de la exuberancia irracional de aquellos años. Ciertamente, sería hipócrita concluir que solo los más altos burócratas del Banco de España, o los subalternos de los partidos políticos colocados al frente de las cajas, fueron víctimas de esa desnortada mentalidad. Millones de españoles, que con sus actos apostaron por apuntalar la fiesta burbujística, también cayeron en esa trampa. Sin embargo, parece evidente que la responsabilidades de unos y de otros no pueden resultar equiparables: si lo fueran, los salarios y las competencias de burócratas y gestores de cajas habrían estado injustificados desde un comienzo. Por eso no vale que unos y otros busquen ahora exonerarse apelando a la mentalidad burbujistica que recorrió todo el país: ellos fueron quienes aceptaron la responsabilidad de proteger a los españoles de la misma y, por el contrario, fueron los primeros que se dedicaron a impulsarla y alimentarla.