La morosidad crediticia se ha disparado en junio hasta un nuevo récord histórico, el 9,4% del total, apenas unas décimas por encima de la anterior plusmarca del 9,15% alcanzada en febrero de 1994. Acaso podría pensarse que, en ese supuesto, tan mal no debemos estar; cándido juicio que olvida que el volumen total de créditos es ahora seis veces superior al de 1994. De ahí que la morosidad entonces fuera de apenas 24.000 millones de euros (el 5,8% del PIB) y ahora ascienda a más de 164.000 millones (el 16% del PIB).
El agujero, en un 60% concentrado en el ladrillo, amenaza con llevarse por delante al sector financiero, no ya porque de momento cuente con provisiones que sólo cubren el 88% de esos activos tóxicos, sino sobre todo porque, incluso esas históricamente altas cifras, son muy inferiores a las reales: no esperen menos de 300.000 millones de pérdidas para la banca. De ahí que ni siquiera el rescate de 100.000 millones de euros prometido por Bruselas vaya a servir para recapitalizarla por entero.
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