Suele afirmarse que el déficit público de España, el cual cerró por encima del 5% del PIB en el año 2015, podría eliminarse únicamente equiparando nuestros impuestos con los del resto de la Unión Europea. Al parecer, apenas igualando la tributación que soportan las grandes empresas y las grandes fortunas españolas con la que sufren las del resto del Continente, conseguiríamos equilibrar nuestras cuentas sin necesidad de aprobar recortes adicionales en el gasto. Y, si tal fuera la realidad, resultaría del todo inexplicable que nuestros políticos se negaran a exigir un esfuerzo algo mayor a los ricos y capitalistas patrios para que, de una vez por todas, se resolviera el problema de nuestro endeudamiento.
Esta última semana, de hecho, la Comisión Europea publicó su más reciente informe sobre fiscalidad comparada dentro de la UE y, a primera vista, semejante teoría resulta harto verosímil: en 2014 (último año para el que ofrece datos la Comisión), la presión fiscal de la media de la UE era 5,2 puntos del PIB superior a la española. O dicho de otra forma: nuestro desequilibrio presupuestario equivale al 5% del PIB y nuestra brecha de recaudación con Europa también supone algo más del 5% del PIB. ¿Acaso no tenemos la solución a nuestros problemas financieros al alcance de un par de páginas del BOE?
No tan deprisa. Si en lugar de tomar los datos en agregado diseccionamos las cifras de nuestra brecha de recaudación, el relato del ajuste mágico a costa de “los ricos” se desvanece como un azucarillo en el vaso de la demagogia. Así las cosas, de los 5,2 puntos de PIB que recauda la Unión Europea por encima de España, sólo 0,5 se corresponden con unos mayores ingresos por el impuesto sobre Sociedades: los restantes 4,6 puntos se explican por unos mayores gravámenes sobre los ingresos de los ciudadanos (trabajadores, parados y autónomos) y por un mayor recargo fiscal sobre su gasto en consumo. Específicamente, los impuestos sobre el consumo (como el IVA o los Especiales) proporcionan en la UE dos puntos de PIB más de recaudación que en nuestro país, mientras que los tributos sobre las rentas salariales (como el IRPF o las cotizaciones sociales) aportan 2,6 puntos adicionales de PIB. Las rentas del capital, por cierto, están algo menos castigadas en la UE que en nuestro país.
Por consiguiente, no es cierto que España para cuadrar sus cuentas tan sólo apretando las tuercas fiscales a las empresas o a los grandes patrimonios: al contrario, para equipararnos impositivamente con Europa deberíamos subir notablemente los gravámenes sobre el consumo y sobre los salarios. Más en particular, sería necesario aumentar el IVA y los Especiales en un 33% y los tributos sobre los trabajadores en un 13%.
A la luz de semejante evidencia, no parece demasiado responsable que muchos de nuestros gobernantes o de nuestros economistas cortesanos sigan engañando a la población con el argumento de que nuestro diferencial de recaudación con Europa se explica por los menores impuestos a “los ricos”. Al divulgar semejante mensaje, sólo están ocultando la realidad de que, si nos equiparáramos fiscalmente con la Unión Europea, la práctica totalidad de esa adicional mordida tributaria recaería sobre las clases medias en forma de un mayor IRPF o un mayor IVA. No, no necesitamos mayores impuestos que empobrezcan aún más a los trabajadores: necesitamos cuadrar el déficit con mucho menos gasto público.
Trump sube los tipos
La victoria de Donald Trump en las elecciones del pasado martes está comenzando a generar sus primeros efectos en los mercados financieros y, muy específicamente, en el mercado de renta fija: en particular, los tipos de interés de la deuda pública estadounidense a diez años se han incrementado del 1,8% al 2,1% en apenas cuatro días (uno de los aumentos más acelerados de los últimos años). La razón de esta subida es triple: en primer lugar, se espera que Trump presione a la Reserva Federal para que en el medio plazo incremente los tipos de interés (el mandato de la ‘paloma’ Janet Yellen expira en 2018 y no es probable que sea renovada por el republicano); segundo, el plan de estímulo fiscal prometido por Trump requerirá de la emisión de mucha más deuda pública, lo que tensionará los tipos al alza; y, por último, el mayor gasto y los menores impuestos probablemente se traduzcan en un incremento de la inflación, lo que a su vez también repercute en unos mayores tipos nominales de la deuda.