Nueva réplica de Lord Keynes a mis comentarios en el post anterior. Sólo lamento que se estén abriendo nuevos temas sin cerrar temas antiguos: básicamente, no encuentro respuesta a muchas de las objeciones y contestaciones que le he planteado a sus argumentos. Pero bueno, en parte es comprensible debido a la barrera idiomática. Dicho esto, paso a responder:
1. Lord Keynes afirma que Murphy refuta la crítica de Lachmann a Sraffa, demostrando que no existe un tipo de interés natural.
1.1. Lachmann no pretende demostrar que exista un tipo de interés natural y único en el mercado con independencia del numerario, sino que, gracias al arbitraje entre los tipos de interés internos de cada mercancía, se alcanza un equilibrio intertemporal entre las distintas mercancías, aunque los tipos de interés propios de cada mercancía sean distintos. Cito a Lachmann en “Austrian Economic under Fire”: “If the wheat rate were the highest and the barley rate the lowest of interest rates, it would become profitable to borrow in barley and lend in wheat. Inter-market arbitrage will tend to establish an overall equilibrium in the loan market such that, in terms of a third commodity serving a numeraire, say steel, it is no more profitable to lend in wheat than in barley. This does not mean that actual own-rates must be equal, but that their disparities are exactly offset by disparities between forward prices (…) In overall equilibrium it must be impossible to make gains by switching commodities as currencies”. Por supuesto, el tipo de interés con respecto al numerario cambiará, pero eso no impide que eso vacíe el mercado intertemporal. Lachmann no pretende demostrar que el tipo de interés en un mundo sin dinero coincida con el tipo original miseano.
1.2. Murphy demuestra que no existen tipos naturales wicksellianos. Bien está: como digo, semejante concepto es ajeno a la tradición austriaca y es innecesario para la teoría del ciclo. El ciclo austriaco es un ciclo financiero y, por tanto, presupone la existencia de precios monetarios.
1.3. Nada de lo anterior significa, además, convalidar la teoría del interés de Sraffa frente a la teoría pura de la preferencia temporal, pues, como digo, el proceso de arbitraje descrito por Lachmann expone cómo las distintas preferencias temporales tienden a extenderse por todo el mercado. No hay divergencias entre los precios de los bienes presentes y los bienes futuros para un mismo numerario.
2. Lord Keynes afirma que la visión del atesoramiento de dinero como una cobertura contra la incertidumbre es un argumento postkeynesiano que carece de fuerza contra él. A su vez, afirma que es absurdo negar que un atesoramiento excesivo provocaría una contracción enorme de la actividad y enormes problemas macroeconómicos.
2.1. Nadie ha negado que los postkeynesianos hayan hecho, hasta ahora, mucho más hincapié que los austriacos en el análisis de la demanda de dinero. Mal por los austriacos. Pero eso tampoco significa que no pueda haber un análisis austriaco de la demanda de dinero que supere al postkeynesiano: de hecho, es fácil reconocer los errores del análisis monetario postkeynesiano sin necesidad de negar la crucial influencia de la demanda de dinero y de la preferencia por la liquidez sobre el sistema económico.
2.2. En ese sentido, mi punto no es que un atesoramiento excesivo no pueda causar problemas macroeconómicos, sino que:
2.2.1. Una preferencia por la liquidez excesiva es resultado de un desajuste muy grande entre los deseos de los ahorradores y los procesos productivos de los inversores. Los ahorradores pueden desear, por ejemplo, estructuras productivas mucho más seguros (menos arriesgadas) que las actuales por cuanto su aversión al riesgo se haya disparado: en tal caso, las estructuras productivas deberán readaptarse y la vía de forzar su readaptación es el atesoramiento. Esto claro que es contractivo: de repente, una enorme cantidad de procesos productivos pierden su financiación y hay que reconvertirlas. La única forma de evitarlo sería mediante ahorro forzoso e imponiéndoles a los capitalistas costes de capital que ellos no están dispuestos a asumir (es decir, forzándoles a acometer intercambios intertemporales que no juzgan beneficiosos).
2.2.2. Buena parte de los efectos contractivos del atesoramiento excesivo se ven contrarrestado por producción de dinero o de bienes de consumo en alta demanda (como consecuencia de la creación de sustitutos monetarios vía monetización de créditos comerciales autoliquidables).
2.3. Hay, además, un error muy común en la literatura keynesiana y es asumir que el elemento que suele desequilibrar la oferta y la demanda agregada en las economías capitalistas suele ser el atesoramiento de dinero. No: el atesoramiento de dinero desempeña una influencia ínfima en un mundo donde el multiplicador bancario está en funcionamiento (y donde además los bancos no pueden caer en suspensión de pagos por vaciamiento de reservas). Los grandes procesos deflacionarios no se dan porque la gente atesore dinero, sino porque se destruyen medios de pago bancarios, y los medios de pago bancarios se destruyen por insolvencia de los deudores de la banca. Básicamente, durante los booms, la banca es capaz de financiar el gasto presente convirtiendo el valor presente de la producción futura en medio de pago. Pero, ¿qué sucede si la estructura productiva resultante hace inviable que esa producción futura llegue a existir? Pues que se generalizan los impagos y la contracción de los pasivos bancarios… a menos que otros agentes de la economía vuelvan a endeudarse. Claro que, a su vez, ese nuevo endeudamiento puede estar sólo postergando el problema, dando lugar a nuevos patrones de producción que se mostrarán inviables más adelante. Es como querer comprarlo todo permanentemente a crédito difiriendo siempre el momento del pago (real, que no monetario) de ese crédito.
3. Lord Keynes afirma que la rapidísima reconversión productiva tras la II Guerra Mundial ilustra a la perfección que la teoría austriaca del capital es irreal: si los bienes de capital fueran tan inconvertibles como se afirma, EEUU debería haber vivido un colapso económico y no un boom de prosperidad.
3.1. Todo bien de capital puede terminar reconvirtiéndose (poseyendo el mismo o mayor valor que antes) con la suficiente inversión en a) transformarlo o b) crear bienes complementarios de capital. Es decir, todo bien de capital puede reconvertirse exitosamente si se cuenta con tiempo. Y el tiempo lo proporciona el ahorro. La posguerra fue, precisamente, un período de altísimo ahorro público y privado.
3.2. Además de lo anterior, los bienes de capital también pueden ponerse en valor cuando surgen nuevas oportunidades para emplearlos (recordemos que el valor de un bien de capital depende del valor de mercado de su producción futura). La posguerra fue, en ese sentido, una época extraordinaria: los mercados mundiales volvieron a abrirse con la paz, el progresivo desarme arancelario y la estabilización monetaria. Las empresas más beneficiadas, claro, fueron las estadounidenses, especialmente capitalizadas (a lo largo de dos décadas) para atender esa renovada demanda mundial.
4. Lord Keynes se extraña de mi afirmación de que la reserva fraccionaria no tiene nada que ver con el descalce de plazos: por ejemplo, si un banco ofrece depósitos a la vista y concede préstamos a plazo, eso es reserva fraccionaria. A su vez, rechaza mi crítica a la visión postkeynesiana sobre la creación endógena de dinero bancario, pues afirma que las economías capitalistas modernas requieren de un enorme volumen de dinero bancario orientado a promover la inversión.
4.1. Repito lo que ya dije: reserva fraccionaria y descalce de plazos no son lo mismo. Hay reserva fraccionaria sin descalce de plazos (un banco descuenta un pagaré a la vista creando depósitos a la vista) y hay descalce de plazos sin reserva fraccionaria (un banco concede un préstamo a 30 años mediante la creación de un depósito a plazo de un mes). Es más, existe descalce de plazos fuera del sector financiero. Por eso, querer reconducir toda la problemática a la reserva fraccionaria es errar el tiro. Mi “nada de esto tiene que ver con la reserva fraccionaria” no debe entenderse como una forma de negar que muchos descalces de plazos no adoptan la forma de reserva fraccionaria, sino como una manera de desvincular los debates.
4.2. Las economías capitalistas modernas necesitan de muy elevados volúmenes de inversión, sí, pero esa inversión pueden cosecharla de fuentes muy diversas, no sólo del crédito concedido por la banca que descalza plazos o riesgos. Lo que Lord Keynes tiene que demostrar, en cambio, es por qué las economías capitalistas presuntamente necesitan basarse en fuentes de financiación que Minsky llamaría “especulativas” o incluso “Ponzi”, y no en fuentes de financiación cubiertas donde haya una armonía entre el perfil del ahorrador y el perfil del inversor. O dicho de otro modo: lo que Lord Keynes tiene que demostrar es por qué las economías capitalistas necesitan que haya mucha más inversión a largo plazo o de alto riesgo en perjuicio de la inversión a menor plazo y de menor riesgo (que es la que prefieren los ahorradores).
4.3. Supongo que su respuesta será que puede haber de las dos, porque no hay pleno empleo de los recursos y, por tanto, pueden crearse simultáneamente múltiples patrones productivos a muy distinto plazo. Pero, primero, eso no quita que, descalzando plazos, parte de los bienes futuros de esa economía llegarán más tardíamente de cuándo los demandan los ahorradores: es decir, esto sigue sin resolver por qué es necesario incrementar la inversión en los proyectos empresariales a más largo plazo en lugar de multiplicarla mucho más intensamente en los proyectos empresariales más a corto y medio plazo. Y, segundo, la apelación a los recursos ociosos sigue sin resolver la duda que llevo rato planteando: ¿por qué los factores productivos desempleados no se organizan en forma de cooperativas para dejar de estar desempleados? Y la respuesta, obviamente, es que carecen de capital para ello: pero no de capital monetario, sino de a) disponibilidad de todos los factores productivos complementarios necesarios o b) bienes de consumo disponibles en el momento en que los partícipes de la cooperativa quieran consumirlos (esto es, insuficiente ahorro propio como para capitalizar la empresa). Si hubiese capacidad ociosa universal, un mínimo incremento del gasto en alguna parte de la economía (un mínimo déficit público, por ejemplo) desataría un efecto multiplicador expansivo, pues comenzaría a poner en valor procesos productivos que podrían explotarse con la mera autoorganización cooperativa y que, tras explotarse, constituirían la fuente de nuevas demandas que pondrían en valor otros procesos productivos. Pero obviamente, nada de esto sucede: muestra de que hay grandes fricciones en el proceso.
4.4. Sólo un ejemplo más para finalizar: Lord Keynes afirma, como prueba de que existen enormes recursos ociosos en todo el mundo, que las economías actuales están abiertas al comercio internacional. Con esto imagino que quiere decir que los bienes de capital o de consumo que una economía (por ejemplo, España) pueda necesitar para reconvertir su estructura productiva, pueden conseguirse de manera inmediata y sin necesidad de ahorrar. Sin embargo, este ejemplo pasa por alto el verdadero ahorro que se está produciendo: si la economía española importa grandes cantidades de bienes de consumo y de capital desde China, pero no les exporta inmediatamente otras grandes cantidades de bienes de consumo y de capital a China, es China la que está financiando (proporcionando capital) a España: por el momento, China le vende a España pero se queda sin cobrar. Dicho de otro modo: por muy abiertos que estemos al comercio internacional, el ahorro sigue siendo necesario. ¿Están dispuestos los países en desarrollo a financiar la reconversión de todos los aparatos productivos de todo el planeta? Primero, no tienen capacidad para ello, pues es evidente que existen notables cuellos de botella en la economía mundial (materias primas, por ejemplo). Segundo, antes de inyectar capital en una hiperendeuda España, España deberá dar muestras de que podrán devolverlo en el futuro sin quitas (desapalancamiento).
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