Reformas, no gobierno

La misión de un gobierno es gobernar, no figurar. La inmensa mayoría de las veces, sin embargo, los gobiernos quieren decidir sobre asuntos que no deberían ser de su competencia y en los que nada bueno pueden aportar. En tales casos, mejor sería que el gobierno se quedara de brazos cruzados en lugar de meter sus manazas. De hecho, durante este último año, gran parte de la incertidumbre política que hemos vivido en España se debía a la perspectiva de que pudiera llegar al poder un partido obsesionado con que el Estado gobiernara en muchísimos más asuntos de los que debería gobernar: el riesgo de que el populismo militante tomara los cielos por asalto y de que nos castigara con una tormenta de intervenciones salvajemente alocadas. Por eso, una vez las elecciones del 26-J redujeron enormemente las probabilidades de que se materializara ese gobierno ultraintervencionista, el riesgo político disminuyó; ahora, tras la formación de un gobierno distinto a aquel participado por el populismo radical, la incertidumbre se consolida a la baja según constata la última encuesta de Adecco entre directivos de empresas.

Ahora bien, lo anterior no significa que toda la incertidumbre política se haya esfumado: en ocasiones, el gobierno sí debe gobernar, aunque sólo sea para reparar los problemas que él mismo ha generado. En este sentido, España tiene importantes reformas pendientes de acometer, algunas de ellas de carácter urgente: la corrección del déficit público, la reestructuración de la Seguridad Social o la reconfiguración del sistema de financiación autonómica. Y es en la resolución de estos problemas heredados por la propia inepcia de los Ejecutivos anteriores donde persiste la incertidumbre política: ¿será capaz el nuevo gobierno de Rajoy de implementar tales reformas en un entorno parlamentario fragmentado y agreste? La propia agencia de rating Fitch constató ayer que la ingobernabilidad constituye la nueva fuente de riesgo político de España: a saber, el bloqueo a la hora de promover las reformas urgentes que sigue requiriendo nuestra economía. Despejado el peligro de un pésimo gobierno, ahora continuamos soportando el peligro de un mal gobierno por acción o por omisión.

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