Salvar el euro de nuestros políticos

Decía Merkel allá por 2010 que ampliar el Fondo de Rescate europeo hasta el billón de euros no serviría de nada salvo para ganar tiempo. Pues bien, semejante inútil reforma, destinada únicamente a prolongar durante unas horas más la estancia de nuestros mandatarios en el País de Nunca Jamás –ese terruño donde nadie, ni ellos ni Peter Pan, desea madurar y asumir responsabilidades– conforma uno de los puntos básicos del acuerdo adoptado este miércoles en la cumbre para “salvar al euro”.
Así las cosas, los líderes europeos han pactado, primero, incrementar el tamaño del Fondo de Rescate para adquirir o avalar hasta cerca de un billón de deuda pública periférica, fundamentalmente italiana y española. Segundo, obligar a los principales bancos de la Eurozona a que se recapitalicen en los 100.000 millones (26.000 para los españoles). Y tercero, aplicarles un “quita voluntaria” del 50% a los acreedores privados de Grecia, de forma que la deuda total del país quede tan sólo en el 120% del PIB.
Con semejantes medidas, a cada cual más inservible y contraproducente, se nos asegura que se pretende salvar una moneda única que si está en peligro es sólo por la torpeza y la mala fe de esos mismos líderes europeos. Al cabo, ¿cuáles son los problemas del euro salvo que unos países, los periféricos, se niegan a salir de la franja de riesgo de la insolvencia ajustando de verdad sus presupuestos y liberalizando sus economías? Recuerden: Grecia tiene una deuda del 150% del PIB y un déficit anual de entre el 7% y el 10%; Italia soporta una deuda del 120% del PIB y un déficit del 5%; Portugal acumula unos pasivos del 105% del PIB y un déficit del 6%; y España acopia unas obligaciones financieras del 70% del PIB, con un déficit del 6%, unas perspectivas de crecimiento nulo y una tasa de paro del 22% de la población activa.
Es decir, el problema de la Eurozona es que los deudores se niegan a realizar todos los esfuerzos necesarios para devolverles el dinero a sus acreedores: básicamente los bancos franceses y alemanes; es decir, los ahorradores franceses y alemanes que depositaron su dinero en sus entidades y que éstas malversaron prestándoselas a Gobiernos manirrotos que hoy amenazan con no pagar. Y llegados a este punto sólo quedan dos opciones realistas: una, que esos Gobiernos irresponsables se esfuercen de verdad en amortizar sus deudas (tomando todas las medidas de saneamiento del sector público y de flexibilización del privado que sean necesarias); dos, reconocer que esos Gobiernos irresponsables no tienen ninguna intención de pagar, que repudien total o parcialmente su deuda, que se atengan a las consecuencias de unos mercados internacionales cerrados a cal y canto, y que sus acreedores asuman las milmillonarias pérdidas.
Todo lo demás es tan sólo teatro. Una farsa deliberadamente representada para ocultar que los problemas estructurales de nuestras economías siguen ahí sin resolverse: continuamos sin poder pagar y nuestra solvencia no ha mejorado ni un ápice por el hecho de que el Fondo de Rescate vaya a avalar o refinanciar nuestra deuda. Ni siquiera se ha resuelto el problema griego, pues si la economía italiana, en mucha mejor forma y con bastante menos déficit que la griega, es incapaz de soportar la carga de una deuda del 120% del PIB, mucho menos lo será la helena.
En definitiva, desconfíen de los numerosos parabienes que estos días recorren toda Europa. Sólo hemos comprado tiempo a un coste carísimo: justo lo mismo que hemos venido haciendo con contumaz miopía desde el estallido de la crisis en 2007. ¿Recuerdan cuando se nos dijo que los problemas europeos estaban acotados en Grecia y que el primer plan de salvamento –aquel apenas cifrado en préstamos de 30.000 millones y sin asumir quita alguna– ya suponía la solución definitiva? ¿O cuándo se nos juró que la crisis de deuda terminaba en Irlanda? ¿O cuando rescatamos a Portugal y se nos juró que España estaba hecha de otra pasta? ¿O cuando en julio volvimos a salvar a Grecia, prometiendo que esta vez sí era la definitiva? ¿O cuando en agosto el Banco Central Europeo empezó a monetizar deuda pública española e italiana para devolver la confianza a los mercados?
Pues exactamente lo mismo sucede ahora. Los Estados periféricos siguen en riesgo de no poder pagar; los Estados centrales no pueden rescatarlos de verdad; y los sistemas bancarios de toda la Eurozona, por mucho que se vayan a recapitalizar en 100.000 millones de euros, no disponen de suficiente estómago como para absorber el impago. Si queremos salvar al euro, la solución no la hallaremos en cumbres como esta que sólo entregan más dinero a los deudores pródigos para que sigan sin cambiar absolutamente nada, poniendo en jaque a la moneda única. Lo que necesitamos, desde 2007, es rigor presupuestario y apertura de los mercados; sólo eso. Y ni una cosa ni la otra han salido de la cumbre de este miércoles.

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