¿Somos los españoles masoquistas fiscales?

La última encuesta del CIS no sólo nos ha ofrecido estimaciones de intención de voto para las elecciones del 20 de diciembre, sino que también nos ha brindado un resumen sobre sus opiniones tributarias. A primera vista, y como en breve vamos a comprobar, todo apunta a la mayoría de españoles somos masoquistas fiscales: detestamos los impuestos pero pedimos más impuestos. Sin embargo, prestando un poco más de atención a los resultados, todo apunta a que no se trata de masoquismo, sino de desinformación y querencias parasitarias.
Servicios estatales: caros y malos
En general, los españoles valoran bastante mal los servicios que les presta el Estado: todos ellos suspenden salvo seguridad y transporte; y especialmente mal valorados son justicia, atención a dependientes, enseñanza y servicios sociales.
 

Fuente: CIS
No es casualidad, claro, que en otra pregunta el 64,4% de los españoles opine que el conjunto de la sociedad se beneficia poco o nada del gasto público que sufragamos con impuestos y cotizaciones (frente al 32,3% que considera que salimos beneficiados mucho o bastante). Asimismo, el 61,7% piensa que ellos en concreto reciben en servicios públicos menos de lo que pagan en impuestos, frente al 31,7% que opina que obtiene lo mismo o más.
Dicho de otra forma: la amplia mayoría de españoles juzga que los servicios estatales son caros y malos.
Queremos más impuestos
Tampoco generará sorpresa el hecho de que la mayoría de españoles juzga que ya estamos pagando demasiados impuestos: el 63,9% de los españoles opina que paga “mucho” en tributos, frente al 31,9% que cree que paga “regular” o “poco”.
Mas, paradójicamente, una vez constatada la desastrosa calidad y el altísimo precio de los servicios estatales, la mayoría de ciudadanos apuesta por que el Estado aumente los impuestos para mejorar los servicios públicos. Apenas el 19% se niega, con diversos grados de intensidad, a que aumenten los impuestos si es para mejorar los servicios estatales.
 

Fuente: CIS
 
¿Cómo es posible que la mayoría de las personas desconfíen del Estado y, a la vez, pidan más Estado? ¿Es que acaso incrementaríamos con gusto las compras a una empresa cuyos productos nos dejan radicalmente insatisfechos? En aparienci, no tiene ningún sentido, salvo el masoquismo fiscal martirizante.
Desinformación y querencias parasitarias
En realidad, existe otra explicación más verosímil a esta aparente contradicción. Por un lado, los españoles creen que el presupuesto estatal no está bien distribuido: la mayoría considera que se está gastando demasiado poco en enseñanza, prestaciones de desempleo, sanidad, cultura, vivienda, justicia, pensiones, protección del medio ambiente, ayuda exterior, I+D o ayuda a dependientes; y, en cambio, que se está gastado suficiente o demasiado en obra pública, defensa, seguridad, y transporte o comunicaciones. Por consiguiente, cabe interpretar que los españoles juzgan que el dinero de sus impuestos se gasta mal porque se distribuye mal (y justo porque se distribuye mal, muchos servicios estatales tienen una calidad insuficiente).
Pero estas percepciones son profundamente equivocadas: el gasto público en aquellas partidas que la población considera que deben reducirse apenas ascendió 2013 (últimos datos disponibles) a 35.000 millones de euros, mientras que a aquellas partidas que la población percibe como desatendidas totalizaron 325.000 millones (nueve veces más). Es decir, por mucho que se redistribuyera el gasto de unas a otras, el cambio sería menor.
 

Fuente: Intervención General de la Administración del Estado
Por consiguiente, puede que la población perciba que paga demasiados impuestos para la calidad del gasto público que recibe, pero esa pésima calidad no puede imputarse a una mala distribución del presupuesto (es decir, a que se desvíe la mayor parte de esos impuestos a partidas que la población juzga superfluas). Probablemente, si esos ciudadanos fueran conscientes de que todos los impuestos que abonan ya se están empleando tan mal en los servicios que ellos desean recibir, podrían comenzar a plantearse que el problema no está en la infradotación de algunas partidas presupuestarias, sino en quién gestiona ese ingente volumen de recursos que nos arrebatan. Y tengamos en cuenta que en 2013 el déficit público ascendió a unos 70.000 millones de euros: es decir, el Estado gastaba un 18% más de lo que cobraba en impuestos a los ciudadanos (imaginen qué opinión más realista tendrían los españoles si, para recibir los mismos servicios públicos que ahora, tuvieran que pagar muchos más impuestos o si, pagando los mismos impuestos que ahora, recibieran muchos menos servicios públicos).
Pero la petición de más gasto y más impuestos por parte de la mayoría de españoles no sólo es explicable por la desinformación acerca de cómo se están despilfarrando sus impuestos, sino también por una querencia parasitaria. Sí, los españoles creen que deben pagarse más impuestos para aumentar gasto público… pero no quieren pagarlos ellos. En concreto, el 86,7% de los españoles piensa que la distribución de los impuestos no es justa, a saber, que no pagan más los que más tienen. A su vez, el 93,9% opina que en nuestro país hay mucho o bastante fraude fiscal (pese a que el 90,3% de los ciudadanos se ve a sí mismos como muy o bastante conscientes y responsables fiscales). Por tanto, claramente, cuando los ciudadanos piden subir los impuestos para gastar más en servicios públicos, lo que en el fondo están reclamando es que los demás paguen más impuestos para que ellos puedan recibir más gasto del Estado: es decir, para que ellos puedan quedar subjetivamente en tablas con el Estado (recordemos que el 61,7% de los españoles opina que paga más impuestos de lo que recibe en gasto).
Conclusión
El Estado medra merced a la mentira. También en España. Son los dos grandes mensajes propagandísticos que, desde los más diversos frentes, se han extendido durante esta crisis los que siguen llevando a la mayoría de españoles a reclamar más Estado: a saber, que pueden multiplicarse los ingresos del Estado subiendo los impuestos a los ricos y luchando contra el fraude fiscal, y que el gasto público se concentra en partidas presupuestarias estériles en lugar de priorizarse en partidas “sociales”. La realidad es más cruda: los muchos impuestos que pagamos los españoles ya se están malgastando en los servicios que demandamos los españoles, por lo que la solución no puede consistir en pagar muchos más impuestos para que se malgasten aún en mayor medida.
La solución pasa por reconocer que quienes mejor gestionamos nuestro dinero somos nosotros mismos y no políticos, burócratas y lobbies. El 62% de los españoles tiene razón en opinar que paga más al Estado de lo que recibe de él, por ello la solución real es simple: que nos devuelvan nuestro dinero para que podamos escoger proveedores privados de los que recibamos más que aquello que pagamos. La revolución liberal.

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